DISQUISISIONES DE UN SEXAGENARIO IV
Durante la historia política de nuestro país
han pasado 53 gobiernos nacionales (Descarto a Juan Manuel de Rosas que solo
representaba a la Pcia. De
Bs. As.)
De esos 53 gobiernos nada más y nada menos que
28 (o sea el 52,8%) se sucedieron durante mis 66 años. (No pretendo hacer una
evaluación política o económica de los mismos porque no me considero capacitado
para ello, simplemente menciono el hecho)
Nací a un poco más de 30 años de la revolución
rusa.
Nací a poco más de 30 años de la 1º guerra
mundial.
Nací a 10 años de la guerra civil española.
Nací a 4 años del final de la 2º guerra
mundial.
Mis abuelos y posteriormente mis padres
vivieron esos acontecimientos.
Algunos tomaron parte en ellos.
Me rodearon personas que no solo lo habían
vivido, sino que habían tenido que emigrar dejando sus hogares como
consecuencia de unos u otros.
Vivimos la guerra fría, la de Vietnam y ahora
la del medio oriente.
Tenía 10 años cuando Castro tomó el poder en
Cuba.
Viví dos guerras salvajes e incomprensibles
para nuestro país (El extraño enfrentamiento entre militares y “defensores del
pueblo” y la locura de las Malvinas)
Me tocó formar parte de un medio siglo plagado
de acontecimientos políticos o influenciado por ellos.
Y en ese medio nos desarrollamos.
Viví la carrera espacial. El vuelo de Laika,
el de Yuri Gagarin y la llegada a la luna (Real o no, no importa)
Vi caer a la poderosa URSS y el muro de
Berlín.
Vi abrir las puertas de la muralla china.
Vi pasar al cometa Halley y un sinfín de
eclipses lunares.
Vi un eclipse de sol.
Vi el fin y el inicio de un siglo.
Vi caer las torres gemelas y unos años antes
la voladura de la embajada israelí en nuestro país y el atentado en la
Asociación Mutual Israelita Argentina.
Viví el 200° aniversario de la Revolución de
Mayo.
He visto y he vivido nacer, crecer y pasar
cantidad de individuos que fueron acentuando la corrupción, cada día con menos
discreción.
He visto salir al pueblo a la calle a
manifestarse sin obtener ningún resultado, es más, siendo burlados.
He tenido que escuchar las proposiciones más
disparatadas que a nadie pudo ocurrírsele como trasladar la capital a Viedma,
hacer una isla en medio del rio para establecer un aeropuerto, construir un
tren bala en un país sin ferrocarriles.
He tenido que soportar la noticia de la muerte
de un fiscal de la nación, ver como se procedía con total desprolijidad en su
investigación, faltando un día para que presentara cargos contra el presidente
y el canciller de turno.
Si sobrevivo podré llegar al festejo de los
200° años de la declaración de la independencia.
Honestamente puedo decir, como Neruda,
“confieso que he vivido”.
Creo que mi mochila está hecha.
No he perdido mi capacidad de asombro, pero
honestamente hoy son muy pocas las cosas que me asombran.
Tengo proyectos, alternativas de vida, ganas
de hacer cosas.
Sé positivamente que muchas de ellas quedaran
en la cosas por hacer.
Cuando se cortará el hilo, caerá el último
grano de arena de mi reloj de vida, nadie lo sabe.
Hasta donde llegarán mis posibilidades
tampoco.
Solo sé que aquí estoy, aquí sigo y, mal que
me pese, no hay otro remedio. Si ya sé que hay otro remedio, pero al menos por
hoy, en mí, está totalmente descartado.
Siempre pensé que lo más importante era
alcanzar la paz. Poder vivir en paz, en cualquier circunstancia. Hoy creo que
lo más importante es el respeto.
Cuando las personas se respetan se puede vivir
en paz.
Cuando se respetan entre ellas y se respetan a
sí mismas, se obtiene la paz o la tranquilidad que tanto he buscado, a veces
por caminos equivocados, durante toda mi vida.
No he enumerado las cosas que he hecho durante
esta larga carrera y tampoco las que me gustaría hacer.
Tengo bien en claro que no van a ser posibles.
Que mientras tenga capacidad mental y física
voy a querer más y algún día muchos de esos proyectos quedaran en eso,
solamente proyectos.
Pero ya no me preocupa.
Ya no corro detrás del arco iris.
He descubierto que estaba en el arco iris y no
me había dado cuenta.
Y soy feliz.
No con esa felicidad total y absoluta de los
cuentos de hadas, sino con esos trocitos de felicidad que se van juntando como
un rompecabezas hasta conformar una felicidad mucho más grande y más feliz.
Y todos los días renazco, pero con la
experiencia de los días pasados y eso es maravilloso.
El sol alumbra más y la lluvia es más dulce
cuando canta golpeteando sobre el tejado.
Los árboles danzan para mí movidos por una
brisa cómplice que las ondula y de paso acaricia mi cara.
La gente pasa a mi lado y actúa, se mueve,
como en un escenario, dándole forma a una obra que cuando caiga el telón tendrá
a sus artistas saludando y al público aplaudiendo a rabiar.
¡Y eso es la vida!.
¿Hay algo más? ¿Hace falta? Vamos. Subamos la
cuesta que arriba en mi calle comenzó la fiesta.