EL FONDO DE LA MENTE

EL FONDO DE LA MENTE
Allí, precisamente en los rincones más recónditos de las circunvoluciones cerebrales se ocultan miles, millones de fenómenos químicos, que dan origen al pensamiento. Todos los pensamientos reunidos, a veces ordenadamente y otros en forma caótica, constituyen lo que se ha dado en llamar la mente. Del fondo de ella suelen escaparse, de tanto en tanto, cortocircuitos, a los que convencionalmente hemos decidido darle el nombre de ideas y ellas originan historias, pensamientos, razonamientos y toda la parafernalia semántica que el ser humano ha inventado para explicar todo aquello que no entiende. De ese fondo de la olla vienen estas narraciones que le dan forma a un blog que es solo de lectura. Un equivalente al libro que hasta ahora no he podido publicar. Que no sé si merezco publicar pero que me gustaría poder hacerlo. A algunos les podrá agradar, a otros no. Es absolutamente lógico y aceptable, pero, como todo libro, vuela de mis manos y cada cual en su intimidad dirá que bueno o que porquería que escribió este tipo. Genial. Así es el juego. Aquí está expuesto y no pido contemplaciones ni amiguismos. Sean honestos que esa es la mejor ayuda que cualquiera puede recibir.

lunes, 19 de enero de 2015

LA ELECCIÓN

«LA ELECCIÓN»

   Miró hacia ambos lados  y, con un hábil movimiento, forzó la cerradura, que, vieja y amojosada, no presentó demasiada  resistencia. Se introdujo rápida y sigilosamente y sin dudarlo se dirigió hacia la escalera, a la derecha del hueco del ascensor.
   Subió los escalones de dos en dos hasta llegar al quinto piso.
   Miró el pasillo, en semi penumbra, y con seguridad caminó hacia la tercera puerta. Lo había repasado tantas veces en su mente que, aunque nunca había estado allí, todo le resultaba familiar.
   Era un día brillante y la luz que entraba por los amplios ventanales lo obligó a entrecerrar los ojos. Parpadeó con fuerza. Descargó el bulto que traía colgando de su hombro derecho sobre un sillón desvencijado y se acercó a la ventana más próxima. Desde allí contempló el movimiento de la calle. Tal como lo había previsto dominaba la totalidad del recorrido de la amplia avenida que se extendía al frente del edificio. Casi sin prestarle atención vio las banderas onduladas por una brisa suave pero persistente que hacía más agradable la jornada. De a poco la gente se iba aproximando buscando la mejor ubicación, pero aún faltaba bastante. Había llegado con el tiempo suficiente como para no tener ningún tipo de sobresaltos.
   El sol pegaba de pleno sobre su cara y le transmitía una confortable sensación de calidez, pero él no estaba para esas cosas. Trajo el equipaje hacia la ventana, lo abrió, miró su contenido y lenta y parsimoniosamente inició la ceremonia, tantas veces ensayada, de ensamblar las piezas.
   Sabía que solamente tenía que esperar el momento oportuno. El transmisor descansaba en el piso cerca de su mano izquierda. Por allí vendría la orden. El sólo tenía que obedecer... Como siempre... Sin pensar... Solo hacer lo que le mandaban...
   Toda su vida había sido de esa manera...
- ¡Yo... Yo!... ¿Puedo elegir el equipo yo? ¿Puedo pisar? –
           - ¡Tomátelas, pibe!... Sos muy chico para eso... No jodás. ¿Querés? –
Claro que cuando tuvo la edad que los demás le exigían ya no estaba para jugar a la pelota:
        - Tenés que ir a laburar... Acá vagos no mantenemos... ¿Me entendiste? – Le dijo su viejo mientras destapaba una cerveza.
           - Don José – Completó su madre - te está esperando en el supermercado... Necesita un pibe para hacer los mandados... Ya hablé con el... –
Y allí había ido, sin preguntar como ni por qué, a trabajar desde pequeño.
Aprendió a obedecer órdenes desde el vamos. – Limpiá el corredor cinco... Llevá la mercadería al depósito... Acompañá a la señora hasta el auto... etc., etc. –
En el escaso tiempo que le quedaba libre le pasaba lo mismo. El grupo de “amigos” que solía reunirse en la esquina cercana al bar, ya tenían su estructura establecida... y el no encajaba... Trataba de quedar bien, y entonces le daban órdenes... lo mandaban a hacer las cosas que a ellos no les gustaba... y el obedecía como una manera para ser aceptado dentro del grupo... ¿Qué más podía hacer?
Justamente esa fue la causa por la que quedó pegado y le costó todos esos años... Terribles  años de tortura... – Llevale la merca al “Pollo”- Le indicaron. El sabía en que se metía, pero era una orden, tenía que cumplirla... Cuando le dieron la voz de alto trató de correr pero fue inútil... Por supuesto que no deschavó a nadie. Le ofrecieron disminuir la pena si colaboraba, pero el no podía elegir, tenía que respetar los códigos, aun cuando estos no estuvieran bien...
Le dieron cuatro años... Los peores cuatro años de su vida...
          Trató de no pensar... La ley de la supervivencia... Y el siempre en el mismo papel: obedecer, obedecer, obedecer... Cerró los ojos con fuerza... Un dolor extraño lo sacudió desde lo mas profundo... con lágrimas en los ojos recordó los únicos tiempos de paz que tenía cuando entraba un tímido rayo de sol por el miserable hueco de su celda... le pareció sentir el calor acariciándolo... igual que el sol que ahora entraba por el ventanal dándole una sensación de bienestar que hacía mucho no experimentaba.
   Se asomó lo suficiente para ver que abajo, en la calle, ya la gente se agrupaba en ambas aceras. Se adivinaba la agitación y el bullicio. Era evidente que faltaba poco.
   Los únicos que lo habían defendido cada vez que la estaba pasando mal fueron los del Grupo. Primero se le acercaron con cautela, y cuando estuvieron más seguros le hablaron para incorporarlo. Entendió que esa era la única manera de sobrevivir en ese mundo de fieras y no lo dudó.
   En un principio simplemente lo fueron adoctrinando. Le explicaron en que consistía el Grupo, le dijeron cuales eran sus objetivos y como pensaban lograrlo. Mucho no entendía pero comprendió que era la mejor forma de pasarla bien y que los otros no lo molestaran. Poco a poco le fueron asignando tareas, que el cumplió de la única manera que sabía hacerlo: obedeciendo...  simplemente obedeciendo y sin preguntar.
   Cumplió con todo lo que le indicaron, mansamente... Los del Grupo... los guardiacárceles... los otros presos... Pero eso le valió que por su buena conducta se le redujera la pena... Quedó en libertad bastante antes de lo previsto...
   Cuando estaba listo para  salir, sus protectores, lo llamaron y le dieron una dirección... Debía contactarse con la gente de afuera. Allí le habrían de decir que hacer.
   Durante el tiempo que había pasado en la penitenciaría no había recibido una sola visita. Su familia, sin decir nada había dado la orden que él debía obedecer... No vuelvas más... Estamos mejor sin vos... Cumplió, sin dudarlo se dirigió hacia donde le habían indicado.
   Allí lo recibieron y en cierta manera lo protegieron. Le dieron ropa nueva, volvió a comer un plato caliente y le asignaron un sitio en donde dormir... Poco a poco le fueron dando distintas ocupaciones, tareas a cumplir, que fueron creciendo en responsabilidad, y que el ejecutó como estaba acostumbrado, sin fallas, obedeciendo las instrucciones al pie de la letra.
   Un buen día lo llamaron, y él adivinó que algo especial estaba por suceder.
   Lo llevaron a un edificio céntrico, lo acompañaron por unos pasillos alfombrados hasta llegar a una oficina donde lo dejaron solo. Recordó la sensación que le produjo el estar parado en medio de tamaña habitación, con muebles que debían valer una fortuna. Calculó que con solo la cuarta parte de lo que allí había podía vivir cómodamente el resto de su vida.
   No pudo elaborar mucho más. Un hombre de rostro amable y distendido entró por una puerta lateral y fue directamente a saludarlo como si lo conociera de toda la vida. Lo llamó por su nombre... Era evidente que lo conocía... Luego lo invitó a sentarse.
   Hablaba con suavidad y pronunciaba cada palabra con claridad, como para que no quedaran dudas de lo que estaba diciendo. Le contó que lo habían estado observando. Que su comportamiento había sido ejemplar y que por ese motivo había sido seleccionado entre muchos para cumplir con la misión más importante que el Grupo podía asignar a persona alguna.
   También recordó que en ese momento, cuando supuestamente tendría que haberse sentido orgulloso, o por lo menos halagado, permaneció indiferente y solo asintió con la cabeza.
   Le explicó, entonces, en que consistía tamaña responsabilidad, le preguntó si la aceptaba, y él supo que tenía que decir que si.
   Lo llevaron de inmediato a otro sitio del edificio. Un lugar mucho más sombrío y sobrio que la oficina que acababa de dejar. Un grupo de hombres y mujeres lo estaban esperando. Rápidamente, con precisión militar le dieron las instrucciones, y finalmente le entregaron una especie de bolso alargado que colgó sobre su hombro sin hacer ningún tipo de pregunta.
   El día prefijado pasaron a buscarlo y sin intercambiar una palabra lo dejaron en la puerta del edificio en donde ahora se hallaba.
   Abajo el bullicio se había incrementado, los chicos y algunos adultos agitaban banderitas y se apretujaban para ver la caravana de vehículos que se aproximaba por el extremo de la avenida.
   Tal como se le había indicado encendió el transmisor y extendió la antena. Una vez completada su tarea volvió a la ventana y esperó.
   La limosina descapotada avanzaba lentamente. El hombre de pié saludaba con los brazos en alto hacia uno y otro lado.
   Advirtió el desplazamiento de la gente de la custodia que, con nerviosismo, trataba de cubrir todos los rincones. Sonrió con suficiencia y se inclinó para apuntar mejor.
   La mira telescópica le acercó el rostro del hombre de la limosina. Lo vio sonriente, despreocupado, feliz entre la multitud que lo aclamaba entusiasmada.
   Sabía lo que tenía que hacer.
   Las delgadas líneas en cruz se centraron en la frente, el dedo índice oprimió firmemente el gatillo. Observó la cara distendida, lo sintió confiado... sin sospechar lo que iba a sucederle...
   Las órdenes no admitían dudas...
   Un zumbido en el transmisor le indicó que del otro lado estaban a la expectativa.
   El auto se detuvo por un instante y él supo que ese era el momento... apuntó apenas un poco mas abajo, justo en el entrecejo y...
-          ¡Pum!- Exclamó y una sonrisa le iluminó el rostro.
-          ¡Pum, pum! – Gritó y estalló en una carcajada que a él mismo lo sorprendió... Hacía tanto que no se reía.
Apagó el transmisor antes de que del otro lado pudieran reaccionar.
   Desarmó meticulosamente el arma. La volvió a poner en el bolso. Con agilidad, como si se hubiera sacado un peso de encima,  salió de la habitación, bajó por la escalera de servicio y sin mirar para ningún lado dejó el edificio rápidamente.
   En un contenedor cercano abandonó el bulto, dobló en la esquina siguiente y cruzando hacia la vereda iluminada por el sol se alejó sin saber hacia donde.
   Se descubrió canturreando una canción que alguna vez había oído... y entonces se dio cuenta que por primera vez en su vida no había obedecido...  Como nunca lo había hecho antes había tomado una decisión... El había elegido que hacer con su vida... El... Exclusivamente él y nadie más...
   A lo lejos se escuchaban los sonidos apagados del desfile que continuaba discurriendo por la avenida.
   Suspiró con satisfacción y levantó su cara en dirección al cielo tratando de sentir con plenitud la calidez del sol.
   Sabía que se había metido en un lío del que no tenía la menor idea de cómo iba a salir... pero eso hoy no le interesaba... Una sensación jamás experimentada lo invadía y ninguna otra cosa podría modificarla... Se sentía feliz...

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario