EL FONDO DE LA MENTE

EL FONDO DE LA MENTE
Allí, precisamente en los rincones más recónditos de las circunvoluciones cerebrales se ocultan miles, millones de fenómenos químicos, que dan origen al pensamiento. Todos los pensamientos reunidos, a veces ordenadamente y otros en forma caótica, constituyen lo que se ha dado en llamar la mente. Del fondo de ella suelen escaparse, de tanto en tanto, cortocircuitos, a los que convencionalmente hemos decidido darle el nombre de ideas y ellas originan historias, pensamientos, razonamientos y toda la parafernalia semántica que el ser humano ha inventado para explicar todo aquello que no entiende. De ese fondo de la olla vienen estas narraciones que le dan forma a un blog que es solo de lectura. Un equivalente al libro que hasta ahora no he podido publicar. Que no sé si merezco publicar pero que me gustaría poder hacerlo. A algunos les podrá agradar, a otros no. Es absolutamente lógico y aceptable, pero, como todo libro, vuela de mis manos y cada cual en su intimidad dirá que bueno o que porquería que escribió este tipo. Genial. Así es el juego. Aquí está expuesto y no pido contemplaciones ni amiguismos. Sean honestos que esa es la mejor ayuda que cualquiera puede recibir.

miércoles, 21 de enero de 2015

VOLAR Y VOLAR

VOLAR Y VOLAR
Cerró los ojos y se dejó llevar. Pudo sentir cuando su cuerpo se esparció por el espacio en miles de moléculas que giraban o se movían ondulantes como si flotaran en un mar infinito e inasible. Cada una de sus partículas se iban perdiendo en un azul profundo y oscuro mientras miles de diminutas esquirlas de luz atravesaban el espacio.
Se dio cuenta que estaba pero no existía. Que podía flotar ingrávidamente, elevarse hasta los rincones más insospechados y volver con un sabor a frutas silvestres, a flores extrañas que exhalaban un sutil perfume que no podía percibir, pero podía sentirlo. Sabía que ahí estaba.
Intangible, absoluto, inconmensurable su yo físico se expandía mágicamente, prodigiosamente, en estado de inconciencia/consciente incomprensible pero real.
Sabía que no estaba pasando pero sin embargo ocurría, sin el menor lugar a dudas que ocurría.
Sentía que no era, pero sin embargo el roce de unos pechos sobre su pecho se hacía presente en un estado de inexistencia desmentido por las sensaciones que lo atacaban.
Una respiración fuerte, casi un jadeo, lo envolvía misteriosamente, increíblemente. Era imposible. Cada átomo de su desmantelado cuerpo flotaba errante por el espacio, por la nada. Ilógico que algo lo envolviera, sin embargo un aliento cálido, un resoplido metódico, rítmico, lo iba acompañando acompasadamente.
Supo, mejor intuyó, que era, pero no quiso créerlo, ni siquiera pensarlo.
No pudo entender que sucedía porque esas partículas que revoloteaban, mariposas arrasadas por el viento, de pronto tomaron un color fosforescente, se juntaron formando nubes fosforescentes, la totalidad del espacio se volvió fosforescente y estalló como un volcán, lava ardiente, magma ígneo que brotaba de adentro se su ser, un ser inexistente, un yo que hacía tiempo que se había desintegrado.
El ave de las plumas carbonizadas, enjaezadas con rubicundos fulgores de extraños fuegos surgidos de la nada, extendió su vuelo y un horizonte impoluto se fue adivinando en el destino incierto del mañana.
Solo la paz, solo el gemido lánguido y placentero, solo la… solo.
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-          Doc… el paciente acaba de lleg.. uh… pobre, se quedó dormido… Y mire que cara que tiene… ju… debe estar soñando con los angelitos… que pena ¡Doc, doc, doooooooc! ¡A trabajar… llegó el turno de las diez… -
El hombre abrió los ojos pero no miró hacia ningún lado. Venía de muy lejos y estaba cansado, feliz pero cansado. Le costó acomodarse al mundo real. Fue y vino mentalmente un sinfín de veces hasta entender que tan solo había estado soñando…
¿Había estado soñando?
Se enderezó, se acomodó la chaqueta, bebió un sorbo del agua que le había traído su secretaria y fue en ese momento que sintió que algo cálido corría presuroso por su entrepierna.
Iba a ir hacia el baño cuando la Sra. Arcuetta, apareció con una sonrisa de oreja a oreja, la mano extendida, imperativamente.
No se movió. Dejó que ella llegara y le apretó con fuerza la mano, con una mueca de su boca, absolutamente profesional. Alguna vez le habían dicho que no sonreía sino que mostraba los dientes.
Luego, discretamente se dejó caer en su butaca.
Acomodó la ficha de la señora, hizo como que la leía y largó por millonésima vez:
-          Hace tiempo que no la veía por aquí. Cuénteme. ¿Qué le anda pasando a esta “niña”? –
Y ahora sí, ensayó su mejor sonrisa…



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